viernes, 6 de agosto de 2010
Ironía de las cosas de esta vida
Hacia días que no me miraba fijamente en el espejo, el ritmo de vida que lleva la sociedad últimamente no deja tiempo para ciertas banalidades. Pero, cuando me detuve enfrente de él pude comprobar que en mi cabellera el color blanco poquito a poquito iba ganando terreno al negro. Todavía le queda mucho para ganar esta guerra pero un día lejano se impondrá.
Pensé que cada día que pasa me voy haciendo mas mayor, o mas maduro. Parecen dos palabras ligadas pero que no necesariamente tienen que ir siempre unidas. Uno puede ser mayor sin haber madurado y otro puede haber madurado antes de ser mayor. Ejemplos de ambos casos me he encontrado.
Dejé de lado al espejo, baje las escaleras que me llevaron a la calle, a una antigua calle. Una calle empedrada recordándome que antes que calle de ciudad perteneció a un pueblo. "Cuanto habrán visto estas piedras" me dije a mi mismo.
Piedras que cuando se colocaron eran jóvenes y rugosas y ahora que el tiempo ha pasado sobre ellas están suaves, al contrario que nosotros que nacemos con una piel fina que se va marchitando cada día que pasa sobre ella.
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