martes, 22 de febrero de 2011

Corazón vacio



Hubo un tiempo en que el corazón latía con fuerza cada vez que oía su nombre, respiraba su aroma o veía sus ojos azules. Ahí, el corazón se sentía vivo, amaba la vida pero llego el día en que ese corazón de tanto latir con fuerza se rompió en mil pedazos. Y el oír su nombre o reconocer su aroma se transformo en dolor, como si se atravesaran mil flechas.

Y hubo un tiempo en que había que recomponer el dolorido corazón, con paciencia, con tiempo para que volviera a sentir como lo había hecho antes. Pero como todo lo que se rompe y se recompone nunca queda exactamente igual que antes. Ahora esta vacio, sin propietario esperando a que algo o alguien le de motivos para seguir latiendo.

Pero llego el momento en que el corazón volvió a latir con mas fuerza que antes por otro nombre, por otro aroma y por otros ojos. el corazón tenia propietario y este era el definitivo.

Porque en el juego del amor, se juega muchas veces pero solo se gana una vez.

viernes, 18 de febrero de 2011

Lágrimas



El viento acaricia tu cara intentando secar esas lágrimas que recorren tus mejillas. Seca una pero tus ojos no dejan de verterlas. Las lágrimas es la sangre del alma y cuando al alma le hacen daño, sufre y a veces sufre tanto que lo que tiene es una herida muy profunda de donde brotan las lágrimas.
No hay cura ni medicamento salvo el del tiempo para que la herida se cierre y mientras este abierta seguirá vertiendo al exterior su sangre.

No hay mayor dolor que aquel que uno no puede controlar.

martes, 8 de febrero de 2011

La reflexión


Ir al capitulo 1, El reloj de pared
Ir al capitulo 2, El dolor de Ana

Ruben se miraba las manos y ya no las reconocía. Aquellas manos que habían creado música celestial como decía su madre, ahora eran simplemente virtuosas en el arte de la droga.
Ruben recordaba que le gustaba la música pero que odiaba la disciplina, el tocar todos los días el piano mientras sus amigos estaban divirtiéndose, eso le ponía celoso. Así que un día decidió no tocar el piano y probar la diversión. El cambio después de tres años no fue muy satisfactorio.
Al principio bebía y fumaba para poder integrarse con los demás chicos, realmente se lo pasaba bien o eso le decían al lunes siguiente en clase. Como su integración iba por buen camino fue poco a poco probando otro tipo de sustancias.
Prefería estar con sus amigos disfrutando que en casa donde su madre insistía una y otra vez en porque no seguía con el piano, le acosaba a preguntas. Así que un día decidió no volver a casa, lo divertido estaba fuera de ella y no dentro.

Ahora, después de tanto tiempo, se habia dado cuenta del error que habia cometido, un error que lo estaba pagando demasiado caro, pero estaba decidido a que hoy era el final de esta factura.

lunes, 7 de febrero de 2011

El dolor de Ana



Ir al capitulo 1, El reloj de pared.

Después de tres años, Ana se había resignado a vivir con el dolor y la angustia de desconocer donde estaba su hijo. Se había acostumbrado a vivir con ese dolor pero mantenía la ilusión de que un día la puerta de casa se abriera y tras ella estuviera su hijo. Todas las noches antes de acostarse le pedía a Dios que cuidara de su hijo, que le diera una señal de que su hijo estaba vivo. Ana nunca fue muy religiosa pero se aferraba a Dios como la única manera de que su hijo volviera, vendería su alma al diablo con tal de que volviera su hijo.
Conseguía conciliar el sueño a base de somníferos y pastillas diversas y al despertar al día siguiente se daba cuenta de que seguía viviendo en una pesadilla. Los días se hacían eternos pero tenia que hacer su "vida" porque ella sabia que estaba muerta en vida, solo resucitaría cuando su hijo volviera.

viernes, 4 de febrero de 2011

El reloj de pared




El reloj de pared de la sala avisaba que eran las seis de la tarde. Cuando la ultima campanada moría, una pizca de nostalgia viajaba hacia el alma de Ana y una lágrima recorría su mejilla.
Años atrás esa ultima campanada significaba el comienzo de una dulce sinfonía para sus oídos, que  provenía del piano de cola que poseían. Lo habían comprado hacia 10 años para que su hijo lo tocara, porque según decía el entusiasmaba crear algo perfecto de la nada. Enseguida aprendió a tocarlo y a crear música, como decía Ana, celestial.
Pero desde hace tres años las cuerdas del piano ya no vibraban, su hijo Ruben, de 15 años, había desaparecido sin dar señales de vida. Salió por la mañana en dirección al instituto y ya no volvió a cruzar la puerta de casa.
En un primer momento, Ana pensó que era una chiquillada propia de la adolescencia, había observado a su hijo un comportamiento extraño en  él, pero no le dio importancia, Ruben estaba en plena adolescencia.
Los días pasaban y Ruben no aparecía, Ana paso de la angustia inicial al convivir con el dolor pasando por la desesperación.