Noto la arena abrasadora sobre las suelas de mi calzado. Un sol radiante y una brisa cálida hacen del desierto un lugar donde la vida es un término tabú. Paisaje monótono hasta donde la vista puede alcanzar, donde silencio y supervivencia son amigos permanentes e indeseables. Aun así, el desierto tiene un magnetismo que atrapa, es difícil de expresar que un lugar tan simple y tan dañino donde la felicidad no debería de tener cabida, tenga un encanto especial. Un encanto que te envuelve y te atrapa de tal manera que la felicidad fluye en tan dantesco lugar. Donde la medida del tiempo es irreal, no hay medida, solo sensaciones. La soledad es compañera eterna e invita a la reflexión, al punto de conocer más de uno mismo que de ningún otro. No hay mejor lugar para conocerse.
Para algunos es el lugar más inhóspito del mundo, otros sin embargo es el lugar perfecto para que la vida fluya e incluso surja. Todo depende del cristal con el que se mire y con la fuerza que te atrape el desierto.
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