miércoles, 7 de octubre de 2009

El pueblo


Ir al capitulo 1, la abuela Engracia
La llegada al pueblo fue como retroceder en el tiempo. Las pequeñas casas de color cal con su imprescindible terraza, y una vid cubriéndola haciendo las veces de tejado. Gallinas, perros y ovejas eran los propietarios de las calles empedradas, en cambio los niños brillaban por su ausencia. Claudia e Irene aparcaron cerca de la residencia, que era el edificio más moderno que existía en el pueblo, donde ya se encontraba el coche de la funeraria. La abuela Engracia, con la venta de su casa y los terrenos, se había asegurado su estancia en la residencia y también la del más allá. En la entrada de la residencia se encontraba la directora que les dio la bienvenida a Claudia y a Irene, y las acompaño hasta la habitación.
La habitación 103 es donde la abuela había pasado sus minutos de vida, era pequeña pero acogedora y con una ventana con vistas a un pequeño jardín. Allí estaba el ataúd con la abuela dentro y una pequeña maleta donde se encontraban los pequeños efectos personales de la abuela.
-Era una mujer de fuerte carácter, pero de buen corazón. Que Dios la tenga en su gloria. dijo la directora dándole la maleta a Claudia.
Con un gesto de agradecimiento de Claudia, las dos hermanas dejaron la residencia para tomar rumbo hacia la iglesia.
La misa y el entierro fueron de lo más normales, no mucha gente acudió debido a que Engracia ya había enterrado a muchas de sus amigas y el carácter fuerte de ella no ayudaba a tener muchas amistades. Solo unas pocas vecinas más que por curiosidad que por afecto a la difunta se habían acercado al cortejo fúnebre. El atardecer cayó y con él la lapida que enterraba definitivamente a Engracia. Claudia sentía cierta tristeza porque aunque no la conociera pertenecía de su familia, pero los ojos de Irene no reflejaban ningún tipo de sentimiento.
Terminado el entierro Claudia propuso a Irene para dar una vuelta por el pueblo ya nunca había estado. Esto no entraba en los planes de Irene porque lo que deseaba era marcharse cuanto antes, pero ante la insistencia de su hermana, accedió. Caminaban juntas por las estrechas calles del pueblo y Claudia pensó que ese era el momento oportuno para preguntar a Irene por toda esta historia.

-Irene, ahora que la abuela y nuestros padres ya no están con nosotros, me gustaría saber porque papa y la abuela estaban tan enfadados. Algo terrible tuvo que suceder para que no se hablaran hasta el final de sus días.

A Irene la pregunta le cogió por sorpresa aunque sabía que tarde o temprano su hermana se querría enterar, aunque intentaba retrasar ese momento todo lo que pudiera.

-Porque me lo preguntas ahora. Son ya cosas del pasado y en pasado deben de quedarse.
-Pero Irene, yo quiero saberlo, necesito saberlo. Es la historia de mi familia, la de mis padres y creo que merezco saber la verdad. Nunca lo pregunte por miedo a que papa se enfadara. Siempre le cambiaba la expresión con cualquier tema sobre el pueblo. Nunca le oí nombrar el nombre del pueblo ni el de la abuela
-En ocasiones es mejor vivir en la ignorancia. La curiosidad mato al gato.
-No creo que haya nada de malo en querer saber cómo fue mi familia, porque ya solo quedamos tú y yo.
-Está bien Claudia. Te contaré la historia que yo conozco aunque es posible que no te guste.

3 comentarios:

Ana dijo...

Pues nada...A esperar. Me ha gustado...Y estoy de acuerdo que a veces mientras menos se sabe más feliz es uno...

Muchos besitos.

Romano dijo...

Hola Ana
Me alegro de que andes por aqui aunque ya no publiques. Se echa en falta tu post.
El proximo dia la resolucion final.

Muxus.

Nago dijo...

Me gusta!! :D