lunes, 9 de noviembre de 2009

La trilogia de mi Camino de Santiago (II)



Ir al capitulo 1, Camino Santiago (I)


Caminando en el Camino

Tuve la suerte de comenzar “mis primeros pasos oficiales” del Camino en buena compañía y resultó así más fácil adaptarse a él. En las primeras horas empecé ya a notar los primeros beneficios, los problemas se iban quedando atrás y nuevas sensaciones se iban creando en mi interior. A pesar de conocer el paisaje lo disfrutaba como nunca pues lo veía con otros ojos. Realizar el Camino estaba siendo una decisión acertada.
Los días de larga caminata continuaban y el cuerpo empezaba a resentirse de un esfuerzo diario al que no estaba acostumbrado. El dolor era continuo y la idea de abandonar volvía a merodear la cabeza, pero el cerebro anulaba cualquier intento de decir “Hasta aquí he llegado”. Notaba el dolor a cada segundo pero también la sensación de que debía continuar, porque de esta experiencia algo positivo iba a surgir. Desde ese momento, descubrí que el cerebro controla la totalidad del cuerpo pero que es incapaz de dominar a los sentimientos que uno alberga en su interior. Aun con dolores me sentía bien por dentro, la experiencia estaba siendo enriquecedora, conocía a gente nueva, gente buena, y poco a poco la coraza que me aislaba del exterior se iba resquebrajando. Empezaba a asomar la persona que era antes.
Y llego el día en que los dolores se quedaron atrás junto con los problemas, los sentimientos afloraban sin ningún pudor y notaba que la alegría iba ganando la batalla contra la amargura y la tristeza. Empecé a disfrutar del paisaje, de sus olores, de apreciar las pequeñas cosas o gestos que en la rutina diaria obviamos. El caminar ya dejo de ser una cura interna para convertirse en una fuente inagotable de recuerdos, sensaciones y aprendizaje para los futuros días.
Pero como todo en esta vida tiene su final, también llego el último día de mi Camino. Una sensación de alegría y tristeza se mezclaban entre sí. Días anteriores había ya había conseguido mi propósito inicial de dejar la amargura atrás. Una felicidad recorría mi cuerpo y que no era de ida y vuelta, si no permanente. Ese día el cielo era claro tal y como me sentía actualmente. Sin embargo, me sobrevino la tristeza porque era consciente de que estaba dando los últimos pasos de un viaje de ensueño. Después de tantas penurias y de muchísimas alegrías había alcanzado la meta fijada.
Llegado el final de mi Camino fui consciente de que despertaba de un sueño precioso. Me entristecía enormemente dejar a la gente que me había acompañado en tantos kilómetros que involuntariamente me ayudaron a recuperar la felicidad. Sin embargo, tenía que volver a una rutina que me había hecho mucho daño pero con la satisfacción y el convencimiento de que la iba a afrontar de distinto modo.

1 comentario:

Ana dijo...

Como te dije lo tengo pendiente...Y creo que una experiencia así marca un antes y un después...

Muchos besitos.