viernes, 23 de abril de 2010

Despues de las sirenas


El color del cielo es de un amarillo intenso, la densa niebla no deja ver mas allá de mis pies, es tan densa que no es niebla, es polvo proveniente de los edificios. Es ahora una ciudad fantasma, edificios caídos y los que se mantienen de pie muestran sus heridas de metralla. En el suelo, una mezcla de casquotes, agujeros y carne quemada inunda la vista y el olfato.

Horas antes el día era claro con alguna nube esporádica decorando el firmamento, la gente mantenía una felicidad falsa, todos estaban preocupados por la posibilidad de una ataque aéreo del enemigo. Al anochecer las sirenas rugen, el momento esperado pero menos deseado comienza. El miedo y el terror se muestra en los ojos de la gente. Tengo la certeza de que hoy sera un día de trabajo bastante duro. Las primeras bombas caen sobre la ciudad y el caos reina, la gente corriendo sin ninguna dirección determinada intentando que los segundos avancen lo mas rápido posible y que el silencio vuelva a sus oídos.

La noche es larga e intensa, no he dejado ni un momento en realizar mi trabajo, llevándome las ilusiones de unos niños o arrancar a un hijo de los brazos de su madre, dejando atrás solo tristeza y dolor.
Me temo que esta noche sera una de tantas que la guerra, consecuencia del egoismo, dejara a su paso.


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