Ines encendió un cigarrillo, era la enésima vez que rompía con su promesa de dejar de fumar, pero esta vez poco le importaba. Necesitaba tomar aire fresco para quitarse ese olor a hospital que inundaba ya sus ropas y que paradojicamente le quitaba a uno la energía que no sabia muy bien donde iba a parar. Llevaba ya dos días en el hospital al lado de Emilio, el hijo de su fallecido marido José. Aunque no era hijo suyo lo trataba como tal y él había ya dicho en mas de una ocasión que Ines era su única y verdadera madre. Emilio, con sus 19 años acaba de sufrir una especie de fuerte infarto, algo totalmente inusual en estas edades.
El medico le explico que su hijo tenia una dolencia cardiaca muy poco frecuente produciéndole algo así como un infarto y ahora estaba como en una situación de coma. Los médicos no sabían a ciencia cierta si podría sobrevivir porque eran muy pocos los casos sobre esta dolencia, y además con 19 años lo convertía en un caso único. Una suave brisa mezclada con olor a rosas proveniente de la floristeria le hizo trasladarse a los buenos tiempos junto a José y Emilio. No hacia mucho de ellos, hará como unos 3 años cuando eran felices todos juntos pero un trágico accidente laboral les arranco a José de sus vidas. Ahora, la muerte volvía a llamar a la puerta de su casa para llevarse a Emilio y se veía sorprendida pensando egoistamente que si se iba Emilio le llegaría la soledad hasta el final de sus días.
El medico le explico que su hijo tenia una dolencia cardiaca muy poco frecuente produciéndole algo así como un infarto y ahora estaba como en una situación de coma. Los médicos no sabían a ciencia cierta si podría sobrevivir porque eran muy pocos los casos sobre esta dolencia, y además con 19 años lo convertía en un caso único. Una suave brisa mezclada con olor a rosas proveniente de la floristeria le hizo trasladarse a los buenos tiempos junto a José y Emilio. No hacia mucho de ellos, hará como unos 3 años cuando eran felices todos juntos pero un trágico accidente laboral les arranco a José de sus vidas. Ahora, la muerte volvía a llamar a la puerta de su casa para llevarse a Emilio y se veía sorprendida pensando egoistamente que si se iba Emilio le llegaría la soledad hasta el final de sus días.
Demasiado mayor para empezar de nuevo, demasiado joven para terminar con todo.
Por ello se aferraba a la mano de Emilio cada vez que estaba con el en la habitación, como si su mano fuese el hilo al que se tenia que aferrar para mantenerse con vida, aunque en realidad de ese hilo dependía la vida de dos personas, la de Emilio y la de Ines.
1 comentario:
Has descrito muy bien un caso que podría ser real...
Muchos besitos.
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